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Luz de mi vida

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   L a tarde en que por fin ella asintió al oír su nombre en el aula, pudo comprobar que en persona, Marlés irradiaba un porte elegante, con cierto aire de tristeza. Pelo largo y liso, color miel, con la raya en el centro. A destacar las pestañas, muy largas, claras y elevadas como en espiral.  La piel muy clara, casi transparente si no fuera por las pecas que salpican su rostro y sugieren geométricas formas que el dedo índice del profesor traza en un dibujo imaginario cuando la acaricia.  Tomás se quedó por unos segundos en silencio, sin atinar a continuar con la lista de asistentes, como perdido.     Ese día cambió para siempre el sentido de su existencia.   Y el caso es que no le atrajo de Marlés su atractivo erótico o sexual, que lo tenía sin duda, sino una extraña atracción de calidez, de melancolía, de estar en otro plano de la realidad. Tras algunos intentos de acercamiento con excusas banales, decidió que ya había llegado la hora de proponerle algo. Quedaron para c

Juan José Millás, buscando cuentos

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Dice el escritor Juan Villoro en el prólogo de ¿Hay vida en la Tierra? , que ha reunido “cien relatos de lo real”, pero se trata de artículos periodísticos publicados en distintos medios. Son columnas con cuerpo narrativo, a la manera de los “articuentos” de Juan José Millás, a quien nombra entre sus influencias. Pero otra frase en el prólogo lleva a pensar en una conexión más entre periodismo y literatura, más allá de la crónica: “No he querido construir cuentos, sino buscarlos en la vida.” Y es que las columnas de Millás más pegadas a la ficción constituyen un género en sí mismas porque indaga en los mecanismos de la invención para extraer historias y liberarlos de la realidad, de la vid a. La titulada “Escribir”, por ejemplo,  es una pieza maestra. Publicada en el diario El País , responde al esquema de  una columna clásica, así que nace de una noticia de actualidad: la tragedia del submarino K-141 Kursk, perdido con toda la tripulación en agosto del año 2000.  Ju

Crónica de la librería Rayuela

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Hoy domingo, la librería Rayuela ( calle Muntaner, 42 ) y el taller de escritura «Entropía» han invitado a sus socios y amigos a la celebración del Bloomsday, la fiesta literaria que se celebra cada año el 16 de junio, para recordar la acción de la novela Ulises, de James Joyce, que tiene lugar justamente ese día. Intervienen Bebo Palacios y Adrián Báez, escritores y expertos ambos en la obra joyceana. Al finalizar la fiesta los asistentes brindarán con cerveza Guinness, pero ahora se muestran atentos al coloquio sobre la obra. Unos escuchan con interés y otros están más pendientes de hacer fotos y comentarios para inmortalizar el evento en las redes sociales. La librería no es demasiado grande y el espacio ha sido redecorado con butacas de lectura, unas mesas auxiliares con lamparitas y sillas plegables para la ocasión. La voz de Bebo suena con naturalidad. Presenta el Ulises, más allá de la historia de dos personajes, como una obra de encuentro y emoción humana. Al

Mi hermana Elba y los altillos de Brumal. De los límites difusos

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De los límites difusos y otras constantes en los cuentos de Mi hermana Elba y Los altillos de Brumal Cristina Fernández Cubas Mi hermana Elba y Los altillos de Brumal . Tusquets Editores.  Colección Andanzas. Volumen 61. Barcelona, 2ª edición: junio de 2012 Dice la narradora de “Lúnula y Violeta”, el primer cuento del libro: “Llegué hasta aquí casi por casualidad.”  Muchas veces, los libros llevan billete de ida y vuelta, y vuelven traídos por el azar o por la casualidad o quién sabe si por su mágico empeño en leernos a nosotros más de una vez. El caso es que cuando leí estos cuentos (muchos años atrás) formaban parte de una lista de lecturas pendientes sobre el género del relato en España.  Dos autores de aquella lista me sorprendieron por su originalidad: Medardo Fraile y Cristina Fernández Cubas. El libro reúne cuentos de dos volúmenes ya publicados con anterioridad en Tusquets: Mi hermana Elba, en 1980 Los altillos de Brumal,  en 1983. Alguno

Recuerdo este colmado

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   Ahmed salió de su portal y a escasos cuarenta metros, alzó la persiana de la tienda y comenzó a colocar las cajas de frutas y verduras que le descargaron al alba y lo hizo en una suerte de liturgia. La parte inferior con paneles verticales, ahí cuatro cajas: una con limas y limones, de amarillo, otra con las naranjas, una más con albaricoques, de tono salmonado, también las ciruelas purpurinas y las uvas que comienzan a enverar. En el centro, el rojo de los tomates y los blancos de las hortalizas. Aunque el sol no apuntaba todavía, Ahmed cubrió todo este mosaico cromático con un toldo a rayas verticales azules y amarillas. Recuerdo este colmado, está al final del pasaje, junto a la estación de metro.    Ahmed es un hombre de mediana edad, algo mayor que Bebo, o así se lo parece. Viste un pantalón vaquero muy desgastado, una camisa estampada en tonos vino y verde botella, con arabescos y una bata gris sin botones aunque sí con ojales. Todavía desprende cierta elegancia

CCCB Lecturas sobre Shakespeare (7) El legado

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                                                       Miércoles, 17 de diciembre 2014 Ha entrado Andreu Jaume. Estamos de nuevo en el Aula 1, la sala de origen. ¡Ay!, camisa blanca con americana de rayas blancas sobre fondo negro. Como en un ritual no pactado, tras un amago de tos, poco a poco se hace el silencio. Buenas tardes. Hemos llegado a la última sesión y el ponente da las gracias al público por su asistencia. Es casi un acto de disidencia, de valentía, dice, el sacar tiempo de nuestras ajetreadas vidas para dedicarlo al acto de pensar, a volver a las cosas esenciales. Y el tono va creciendo en intensidad cuando dice con voz grave: “El pensamiento es más vulnerable que la libertad.  El arte es la forma más alta de atención al mundo.” Nos avanza entonces que nos ha traído un regalo de navidad: una reflexión sobre la importancia de las Humanidades, pero lo deja para el final. Y comienza una disertación sobre el legado del autor inglés, a partir de su contempo

Generación SUBWAY

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o el tiempo del desconcierto   Muchas veces concibo el momento que nos ha tocado vivir como el tiempo del desconcierto, detenidos en una evolución tecnológica permanente, que no frena nunca, pero nos mantiene alerta en la incertidumbre. Vivimos entre dos siglos y todas las certezas que hicimos nuestras en una suerte de adscripción cultural más o menos firme han caído en el siglo XXI. Nuestra identidad cultural casi se quedó allí, pero no nos resistimos a reinventarla para este nuevo tiempo ni a volver a ella cuantas veces nos sea necesaria. Y es en ese devenir tecnológico donde la escritura se nos hace imprescindible. En la ciudad somos seres en tránsito y en permanente búsqueda. Habitar en la ciudad es desplazarse. « Somos deslizamiento » , decía un poeta. Vivimos la itinerancia constante como metáfora del lapso de tiempo necesario para que algo cambie. Y es en el tránsito, en la conjunción de ambos planos, el real y el literario, donde la utopía es la captación del instante.