J. Gil de Biedma y Gabriel Ferrater
La confabulación poética de
Jaime Gil de Biedma y Gabriel Ferrater
Aires
renovadores en la poesía
Además
de amigos y rivales, Jaime Gil de Biedma y Gabriel Ferrater fueron
dos extraordinarios poetas y críticos que, entre 1955 y 1968, uno en
castellano y el otro en catalán, se propusieron renovar la poesía
de su tiempo incorporando formas de la literatura anglosajona. El
resultado fue una obra que ha ejercido una profunda influencia tanto
en la literatura española como en la catalana.
Andreu
Jaume es editor y crítico.
Ha
editado la obra de Henry James, T. S. Eliot y W. Auden, así como los
diarios y la correspondencia de Jaime Gil de Biedma. Publica en El
País, Letras Libres y La
Vanguardia.
Gabriel
Ferrater (1922-1972) fue un escritor de una talla inmensa, de una
gran erudición, con quien la crítica literaria está en deuda, a
falta de una edición digna de su corpus poético. Su amistad con
Jaime Gil de Biedma (1929-1990) data desde 1955, dentro del
denominado grupo de Barcelona, cuando Carlos Barral los presentó.
Ferrater era todavía estudiante de matemáticas y crítico de
pintura. Su amistad fue intensa entre 1955 y 1965, etapa en la que
ambos construyen su obra de madurez. Ferrater ayudó a Gil de Biedma
a adentrarse en la alta cultura. Fueron poetas educados en el
Simbolismo y la generación noucentista, pero ambos se dieron cuenta
de que era un lenguaje estéril para hablar de los problemas que el
mundo ofrecía entonces.
Los dos parten del mismo presupuesto teórico. Primero
se interrogan acerca del estado en que se encontraba la lengua. Gil
de Biedma escribía en castellano y Gabriel Ferrater en catalán.
Ambas lenguas tenían un exceso de poesía, cierta saturación de
lírica. La prosa, en cambio, es un instrumento de comunicación
antes que una materia artística. Es un bien común que sirve para
precisar y comunicar.
En
segundo lugar, les hermana también la indagación de la intimidad.
Pasaron a abordar el problema de la formulación de las emociones.
Los dos ámbitos en los que se mueve la obra de Gil de Biedma son el
político-social y el de la intimidad. Somete a una revisión muy
severa toda la tradición en la que se había formado: la tradición
medieval y la tradición anglosajona. Ambos poetas veían una especie
de anquilosamiento en la expresión de la intimidad que va de lo
brutal a lo cursi. Gil de Biedma empieza a escribir su diario para
encontrar un lenguaje para la intimidad y para las gradaciones
morales de la experiencia.
“La
verdad es que los españoles no ofrecemos demasiado interés en lo
que se refiere a “matización psicológica”, e inevitablemente
tampoco lo ofrece nuestra poesía. Asombra comprobar de qué pocas
cosas está hecho por dentro un español: somos muñecos de resorte,
y así resulta de aburrido nuestro trato y de extremosa y de simple
nuestra literatura.”
En
la primera parte del Retrato de un artista,
cuenta su resignada decisión de convertirse en un ejecutivo y dejar
atrás los sueños de convertirse en diplomático (que hubiera sido
una manera de huir del régimen dictatorial). En la facultad de
Derecho conoce a Barral, Ferrán, Costafreda o J. M. Castellet y
empieza a formarse como aprendiz de poeta. De 1957 es su primer
poemario. Luis Cernuda le mostró la puerta de salida de la asfixia
simbolista. Su voz poética es siempre una voz imaginada. Sus poemas
crean una especie de emoción ilusoria.
También
se le ha adscrito a la llamada “poesía social”, quizá porque
intenta poetizar sobre lo cotidiano, pero lo hace con un tono cínico,
desde una postura más escéptica. Los poemas ganan en plasticidad y
modernidad bajo la influencia de Baudelaire. En el poema “Noche
triste de octubre”, de 1959, articula una doble frustración,
individual y colectiva, proyectando en las primeras lluvias del otoño
la ansiedad por el rigor del largo invierno de la dictadura. El poeta
entiende ese año que la dictadura de Franco se consolida con las
leyes de estabilización económica y la eclosión turística.
Otro tema es la pérdida de la juventud y el paso del
tiempo, en relación con la experiencia amorosa y la intimidad.
Apunta Dionisio Cañas que:
“El amor, el erotismo, la amistad y la desinteresada
bondad son para él formas de derrotar la muerte.”
Su último libro, “Poemas póstumos” presenta una
gran complejidad moral. Gil de Biedma se repliega en sí mismo. Se
centra en la imposibilidad de asentarse en otra edad, en otra casa.
Ha perdido ya la fe y el desengaño le gana. Ejemplos de ello son los
poemas “No volveré a ser joven” o “Contra Jaime Gil de
Biedma”.
Gabriel Ferrater empieza a escribir poesía tardíamente,
a los 36 años. Fue un gran lector de Shakespeare y un gran erudito.
Temas de su obra son el erotismo y la nostalgia por el tiempo
perdido. Son la expresión moral de su generación: “el
paso difícil de tiempo y las mujeres que han pasado por mí”.
Escribió tres libros de poesía y una recopilación de poemas nuevos
titulada Les dones i els dies.
Son poemas narrativos, de tono prosaico, con un estilo depurado
influido por la prosa de Josep Pla. No creía en las posibilidades
ilusorias de la poesía social. Una visión desesperanzada de la
sociedad le hace ensombrecer sus poemas. Lejos de la sensualidad y el
deseo vital de la poesía de Jaime Gil de Biedma, la voz de Gabriel
Ferrater transmite alejamiento. El 27 de abril de 1972 se suicidó en
su piso poco tiempo antes de cumplir 50 años. Había dicho a sus
amigos que así lo haría.
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