Los días lábiles. Nueve días, nueve cuentos. Club Marina


Labilidad es una palabra bella, de una sonoridad sugerente. Significa “cualidad de lábil”. Esto es, la capacidad o el prodigio de resbalar, de deslizarse y buscar su cauce o quizás no. Los límites en la vida son siempre difusos, lábiles. También lo son entre la vida y la literatura.
Uno de los protagonistas de estos meses en torno a los libros ha sido Juan Marsé, quien, a sus 83 años, ha cumplido además los cincuenta años de la publicación de su novela Últimas tardes con Teresa. En alguna entrevista ha dicho que: “La realidad, a veces, es más inverosímil que la ficción” y se pregunta (y nos hace preguntarnos) por qué la ficción ha de ser verosímil si la realidad muchas veces no lo es. Lo ilustra con un ejemplo revelador: apunta que para él, como escritor, está más presente en su memoria como real, el naufragio del Pequod, el barco de Moby Dick, que la tragedia del Titanic, que sí ocurrió de verdad. Pensé, al momento de leer esto, que algo parecido era el vivir literariamente. Se trata de algo que también está presente en los mecanismos de escritura de Enrique Vila-Matas, quien habla siempre sobre las líneas difusas entre la vida y la ficción. Y es que entre lo real y lo ficticio también las líneas son lábiles, y los límites, difusos.
Los nueve cuentos de Los días lábiles bordean los contornos del tiempo, porque el punto de encuentro entre ellos se halla precisamente en el tiempo interno. Todo ocurre en un día, en apenas unas horas, como metáfora del instante necesario para que algo se quiebre y cambie. A propósito del cuento “El jardín de senderos que se bifurcan”, Borges habla de la necesidad de que en el cuento, el tiempo se reduzca y se concentre, porque los personajes, afirma Borges, no son sino seres reducidos a símbolo, a sus actos más destacados. Es precisamente en el tiempo donde personaje y trama se condicionan. El tratamiento del tiempo en la literatura es capaz de iluminar el sentido de la obra y de sus personajes. Y aquí, el tiempo es un día.
Marta Aguilar, periodista  freelance especializada en Economía/turismo, ciencia, cultura, comunicación,… es además una buena lectora. En Los días lábiles ha visto una evocación al tiempo como motor del devenir de las vidas de los personajes:
En cada cuento resuena el pálpito de otras vidas recordándonos la nuestra y los límites del tiempo.
Por cierto, también nos comentó que relacionó el marco temporal del libro con el Ulises de Joyce, donde todo pasa en veinticuatro horas. Otros libros cuya trama o tiempo interno es solo un día son La señora Dalloway, de Virginia Woolf o Cosmópolis, de Don DeLillo.
Marta apunta además el peso que también tiene la muerte en algunos de los cuentos de Los días lábiles. Acierta de pleno porque están muy presentes los pensamientos sobre la muerte, o mejor, sobre la pulsión de muerte, como el lado opuesto de la vida, al que llegan los personajes que van como tirando de un hilo…
Los días lábiles: Nueve días, nueve cuentos.
Me gusta el número nueve en un libro de cuentos porque me lleva al volumen de Salinger, titulado precisamente Nueve cuentos. Ahí se encuentra en el número seis, uno de los cuentos más bellos y tristes que jamás he leído: “Para Esmé, con amor y sordidez”. Y es que la literatura, muchas veces, nos hace vivir otras vidas, nos representa la realidad de un modo mucho más interesante, nos sirve de defensa contra el ruido de la realidad.
Club Marina, Los días lábiles

Stonberg Editorial. 2016


Pasen,… y lean.


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