Nómadas. El arte de contar el viaje

Nómadas VV.AA
Relatos de viajes
Selección y prólogo de Elías Gorostiaga
Editorial Playa de Ákaba
ISBN. 97884145131

        NÓMADAS 
El arte de contar el viaje.


El saxofonista de gafas de pasta que aparece en el relato “True Colors”, de David Yeste,  conoce seguro la dificultad que entraña reseñar una antología, no solo porque “lee siempre libros muy gordos”, sino porque además quiere ser antólogo. Elías Gorostiaga ha seleccionado a los veintiún autores que forman parte de Nómadas, el libro de relatos de viajes con el que la editorial Playa de Ákaba celebra su primer aniversario.

Además de la extensa nómina de escritores, el libro despliega un cuadro variado de tramas y técnicas, aun cuando el nexo de los cuentos es la errancia, el nomadismo o el viaje al fin. Podemos imaginar la difícil tarea del antólogo cuando además ha hecho posible la convivencia de autores consagrados y reconocidos con otros que están empezando, o “emergentes”, como se les llama ahora. Esta circunstancia es un primer logro, un primer tanto positivo para Elías Gorostiaga porque se percibe la complicidad que menciona en el prólogo, ya sea en la voluntad de estilo, ya en la fuerza expresiva de algunos relatos, donde aparece la metáfora del viaje como exploración de uno mismo. Es evidente, sin embargo, que como punto negativo está la desproporción entre autores y autoras. Tres únicas voces de narradoras son muy pocas frente a dieciocho, aunque lo cierto es que brillan con luz propia por su calidad literaria.
Como consecuencia de reunir autores noveles con los de obra publicada (con la única jerarquía del orden alfabético en la disposición) se da la coexistencia entre escritores de distintas edades, sin primar a los jóvenes por el mero hecho de serlo. Esto me recuerda algunas antologías “modernas y guays” de autores muy jóvenes que han salido al mercado en los últimos meses: Última temporada (nacidos en los 80) de Lengua de trapo, o Bajo 30 (ya se sobreentiende el título) de la editorial Salto de página.

De los temas

Una antología de relatos es irremediablemente irregular, no contiene una sola trama sino, en este caso, veintiuna; no cabe solo una técnica, un narrador, un espacio y un tiempo, puesto que todo se multiplica. La holgura del vínculo de Nómadas, etiquetada como “literatura de viajes”, lleva en ocasiones a parecer que se ha forzado la pieza para caber y ajustarse al molde. La coincidencia de lugares comunes o tópicos heredados de la tradición era previsible: descripción de lugares exóticos, los hoteles, los recorridos, la soledad, el viaje como metáfora de huida y otros. Podemos hablar no obstante de algunos rasgos comunes a todos los relatos. Así, destaca la figura de un narrador viajero y culto, el narrador cronista, escritor en algún caso, con guiños o referencias al mundo de la literatura. Los temas predominantes, además de los que forman parte de la tradición de la literatura de viajes, van desde la soledad, el hermano, la relación amorosa, el aborto, el viaje como regreso a la infancia, la muerte, el viaje como huida de la realidad,…

    El cuento de Marta Sanz, “Vallar el jardín”, es un ejemplo del uso del espacio narrativo como espejo donde identificarse. Se trata de la anagnórisis o el reconocimiento de la identidad del personaje. La narradora vuelve a la ciudad de la infancia para escribir una crónica. Aparece la ciudad soñada, idealizada y el temor a las presencias del pasado. El mismo asunto trata el relato de Javier López Menacho, “Laberinto”. La ciudad de la infancia del narrador es Jerez de la Frontera. La primera oración recuerda el inicio de Pedro Páramo: “Vine a Comala porque me dijeron que acá vivía mi padre, un tal Pedro Páramo. Mi madre me lo dijo.” Quizá el nexo entre ambos espacios sea la aridez en el sentido más amplio, un espacio devorado por la crisis y el caciquismo. Es un relato con ecos de denuncia social tras la descripción del modo de vida.

    La figura del hermano aparece en dos de los textos. En el relato de Sergi Bellver, “Islandia” está presente la simbología del agua, los charcos, la ducha, la laguna. En tercera persona, un narrador subjetivo cuenta desde la mente del protagonista su propio viaje interior a la complejidad de las relaciones humanas. Con gran precisión del lenguaje y voluntad de estilo, hilvana los recuerdos de la infancia compartida con el hermano pequeño, de “hirviente imaginación” que se marchó “a recorrer el mundo”. Tal vez el nómada fuera él.

    Carlos Castán en “La misión” vuelve sobre el tema del hermano. Ha focalizado en  un narrador testigo muy cercano a los hechos, con un  dominio absoluto del lenguaje, con el registro idiomático coloquial que actúa como un personaje más y logra que la narración fluya natural. Se narra el descenso a los infiernos de la drogodependencia con las consecuencias para los más cercanos.

    Los relatos con mayor carga literaria son aquellos cuyos narradores viajeros y cultos van en busca de la inspiración o de sus propias obsesiones artísticas. Recuerda la tarea detectivesca de los personajes de  Roberto Bolaño. Se trata de “Las islas”, “La fiebre y la tortuga”, “El último viaje de John Newborn”, o “Gente y espacio”. Otro caso de narrador en busca de pistas es el relato de David Barba, “Guía turística de Tepico, el mercado de Brujas y la soledad”.

    “Las islas”, de Jordi Carrión, es un relato sobre la muerte y la soledad, donde aparece la isla como metáfora de incomunicación. El narrador, escritor de libros de viajes, reconstruye la historia de Emilio Toibero, un experto en el cine de Edgardo Cozarinsky, con quien se citó varias veces en Buenos Aires para intercambiar cintas de video. Deja constancia de sus lecturas, con numerosas referencias culturales y de sus pesquisas para volver a saber de Toibero con la fragmentación de su memoria. Emilio murió solo, con esa “soledad corrosiva” y su cuerpo estuvo en la morgue durante tres días sin que nadie lo reclamase.

    En  “La fiebre y la tortuga”, de Juan Vico, de nuevo el narrador es un escritor y el espacio aquí es la ciudad literaria por excelencia, París. (La ciudad que me empuja a escribir. La ciudad que me escribe). El protagonista busca pistas en su universo literario: la casa de algunos personajes. Además de la reconstrucción de la historia de César Moro en el París de las vanguardias, el relato de Vico es un homenaje al texto, al proceso de creación en su estadio más primigenio: el de la divagación, la conexión primera de impresiones que llevan a descubrir un pasaje que siempre estuvo ahí.

De las técnicas y el estilo

En Nómadas predomina la primera persona como artificio narrativo que proporciona siempre una ilusión de proximidad. Dieciséis de los veintiún relatos están narrados en primera persona. La autoridad del narrador y el tono del texto dotan de verismo al relato. Aunque la ficción no tiene que ser verificable ya que su dosis de realidad siempre está cambiando, sí debe aspirar a la verosimilitud.

     Yago Vasil, en “El último viaje de John Newborn” narra en tercera persona la creación de un personaje que es de nuevo un poeta, del que se reconstruye su viaje a África. Utiliza el recurso del manuscrito hallado, un diario del protagonista. Jordi Esteva, en “Retorno al país de las almas”, opta también por el narrador escritor o cronista que viaja, esta vez a Costa de Marfil.

    Algunos de los relatos se mueven en el terreno de lo fantástico, la ciencia ficción o lo sobrenatural. Es el caso de “La tierra de Nod”, de Óscar Solana o el relato de Manuel Vilas, “Montevideo, 2037”. Es uno de los pocos narrados en tercera persona. El tiempo del relato se sitúa en el futuro, con opciones telepáticas y con conserjes virtuales, pero con taxistas reales que todavía conducen hasta el centro de las ciudades.  Se adentra en el mundo de lo fantástico y del género negro. En cuanto al estilo, el del cuento de Vilas es un ejemplo de estilo nominal, frase corta, con abuso de los puntos y seguidos y la elipsis como motor del ritmo. 

Otro ejemplo es “Chocar”, de Luis Artigue, donde aparece el zoco de Fez como laberinto para el desencuentro de una pareja. De nuevo la frase corta, nominal y el  ritmo entrecortado. El narrador le describe a un tú el viaje de lo cotidiano a lo exótico y juega con el doble sentido de la palabra chocar.



    Los cuentos de David Yeste, “True colors” y el de Felipe Zapico están más pegados a la realidad. El primero narra el nomadismo que se practica en furgoneta, de pueblo en pueblo, tocando en una orquesta ambulante. Está bien conseguida la naturalidad en el registro de los personajes.
    El de Carlos Zanón, “Jerusalén”, es otro cuento de itinerario. Se describe un recorrido, desde la puerta de Jaffa hasta la iglesia cristiana más antigua, la de San Marcos. Por momentos es un monólogo sobre la ciudad, con descripciones líricas, y referencias históricas. Intercala la segunda persona para apelar a un receptor que pudiera ser el lector. Se apunta que se trata de un fragmento de la novela en preparación del autor.

    Los cuentos de Marina Perezagua, “Den Lilla Aurora (o la gestación de la paz)” y Nadia del Pozo, “Oaxaca”, aportan la visión de dos narradoras con fuerza y voluntad de estilo. En el primero el ritmo es muy rápido y muy marcado, de frase corta, con elipsis verbal, y en tiempo presente. Predominan las imágenes de mucha fuerza sensorial y  las metáforas visuales del mundo animal y vegetal, (la escena del alce o la de la ballena). Es una prosa poética, cuyo ritmo nos evoca el de un poema, pero con gran fuerza narrativa. El segundo es un cuento de trama cerrada, redonda y con una enorme riqueza léxica.

Elías Gorostiaga, el antólogo

    Tiene razón Elías Gorostiaga cuando en el prólogo apunta que unas historias nos atraparán más que otras. Eso a veces tiene que ver con lo que buscamos como lectores. La irregularidad es inherente al género de la antología de distintos autores, pero la balanza aquí cae del lado de la calidad. Faulkner consideraba el cuento literario (the short story) un género tan complicado y esencial como la poesía porque debe concentrar, debido a su brevedad, en un fugaz instante la revelación de una trascendencia excepcional. Sus relatos fluyen de manera natural a pesar de dotarlos de una gran complejidad técnica, supeditada a menudo a los temas. Esto se ha conseguido en muchos de los relatos de Nómadas. La grandeza de la literatura está en normalizar cualquier suceso, por muy fantástico que sea en origen, su grandeza está en hacerlo entendible y, paradójicamente, provocar ese instante de revelación trascendental… 

Y hay mucha literatura aquí y un arduo trabajo (además de intuición) donde la calidad gana la partida. 

                                            
Herminia Meoro, diciembre 2013



Comentarios

  1. Muy buena crítica, poca gente se atreve con las antologías y mucho menos detallando a cada autor, Herminia si y yo se lo agradezco. En breve espero lo que Herminia escribe y que publicará Playa de Ákaba en su edición digital. Un abrazo.

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